miércoles, 10 de diciembre de 2008

5.2 pocas palabras


Pocas palabras


Kamila Medina López


Tantas palabras ¿para qué? Diría Rulfo. ¿Es necesario derramar tanta tinta para que nada nuevo nos digan? No. Juan Rulfo nos lo demostró con su obra. En tan sólo dos libros - que han dejado una huella insoslayable en la literatura latinoamericana - este autor mexicano nos recuerda en pocas hojas cuan pequeños somos.


Podemos tener computadores espectaculares, aviones gigantescos que vuelen a velocidades supersónicas, edificios inconmensurables y hasta una máquina que reproduzca el big bang, pero un misterio siempre estará allí a la vuelta de la esquina, latente, acechante e invencible: la muerte.


El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) es la única herencia literaria que Juan Rulfo nos permitió disfrutar. Lamentamos que haya quemado una novela inconclusa, cuando ya llevaba casi doscientas páginas escritas.


El primero es una serie de breves cuentos en los cuales se anticipa el ambiente que predominará en su obra maestra: seres solitarios, inertes, muertos, inmersos en un clima desfavorable e inexplicable, hombres tristes y derrotados.


Aquella circunstancia se magnifica en una novela que significó el reflejo más fidedigno de la desolación del hombre y de la fragilidad que posee el límite existente entre la vida y la muerte: Pedro Páramo.


Un pasado condenatorio, un presente inexistente, la realidad y el sueño, la injusticia, la corrupción y la degradación moral, todo aquello se condensa para dar forma, o, visto de otra manera, para deformar esta magistral novela.


Señores, lean a Rulfo. Un hombre de pocas palabras, pero ¡qué palabras!

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