Todo pueblo tiene sus tradiciones, su música, su cultura, el problema está en que raramente esta logra ser transmitida en esencia, manteniendo lo puro de nuestras raíces. Una excepción notable la encontramos en la familia Parra.
Violeta, Nicanor, Ángel I, Isabel I, Roberto Eduardo, Ángel II, Isabel II, Javiera, Ángel III y otros que se irán agregando a esta prestigiosa lista de celebridades artísticas.
Poetas, cuequeros, cultivadores de la tradición popular, rockeros, eminencias y otra vez poetas. El espectro es interminable, lo que comprueba que los descendientes de los Parra no cumplen con una tradición, sino que de verdad llevan en la sangre esto de ser artistas.
La vigencia de las distintas generaciones es notable. Por ejemplo, era difícil que temas de Roberto y de Eduardo fueran interpretados por músicos como Los Tres, con Ángel III como representante, acercando la música popular de antaño a los jóvenes rocanroleros del presente, así también sucede con Los bunkers que interpretan temas de Violeta ya sin la necesidad de tener un representante del clan en la banda.
Sucede que en un país con pocos creadores de excelencia, este grupo de trovadores ha logrado ser reconocidos, influir o permanecer vigentes en gran parte de los artistas chilenos que han surgido en la súltimas décadas. Esto ha provocado, para beneficio de nuestras tradiciones, que personas que jamás escucharían una cueca, también puedan captar algo de esta tradición septuagenaria.
Los orígenes de los Parra se remontan a los años 30, cuando Violeta, Hilda, Eduardo y Roberto debieron sufrir con la pobreza, el alcoholismo, la ausencia de un padre y la obligación de ganarse la vida de alguna manera para subsistir en la sureña localidad de Lautaro.

Fue así como descubrieron sus talentos, en el intento de subsistir, vendían su arte. Pero fue necesario que se apoyaran entre ellos para que cada uno pudiera explotar todo el potencial que poseía. Así Nicanor alentó a Violeta a que se atreviera a componer, Violeta, a su vez, debía esconder las botellas para que Roberto y Eduardo tomaran en serio el trabajo.
Más tarde los hermanos se reunieron en Santiago y acá las aventuras fueron varias. En la capital se sumó al clan Nicanor, quien era una mente brillante en la Universidad de Chile, mientras que Violeta se dedicaba a sus primeras composiciones y Eduardo con Roberto a la vide de la farra, los suburbios y los prostíbulos, esos mundos que conformaban el ambiente de obras maestras como “El chute Alberto” o “La Negra Ester”.
Cada uno hizo lo suyo a su manera y medida, finalmente el éxito llegó y la fama de los Parra se propagó.
Quizás la clave del éxito de estos artistas está en que no se olvidaron nunca de sus orígenes y a pesar de toda la modernidad que poco a poco los rodeaba, ellos se mantuvieron firmes con sus tradiciones y en nada cambió su forma de hacer poesía o música, estoicos frente a las nuevas tendencias del sistema. De esto hace ya varias décadas y el mundo a cambiado sobremanera, pero los Parra han perdurado para recordarnos que en este país sí hay toda un cultura nuestra que defender y para alentarnos con sus versos a seguir adelante no importando la forma, pero sin nunca olvidar de dónde venimos.
Por Kamila Medina López
Violeta, Nicanor, Ángel I, Isabel I, Roberto Eduardo, Ángel II, Isabel II, Javiera, Ángel III y otros que se irán agregando a esta prestigiosa lista de celebridades artísticas.

La vigencia de las distintas generaciones es notable. Por ejemplo, era difícil que temas de Roberto y de Eduardo fueran interpretados por músicos como Los Tres, con Ángel III como representante, acercando la música popular de antaño a los jóvenes rocanroleros del presente, así también sucede con Los bunkers que interpretan temas de Violeta ya sin la necesidad de tener un representante del clan en la banda.
Sucede que en un país con pocos creadores de excelencia, este grupo de trovadores ha logrado ser reconocidos, influir o permanecer vigentes en gran parte de los artistas chilenos que han surgido en la súltimas décadas. Esto ha provocado, para beneficio de nuestras tradiciones, que personas que jamás escucharían una cueca, también puedan captar algo de esta tradición septuagenaria.
Los orígenes de los Parra se remontan a los años 30, cuando Violeta, Hilda, Eduardo y Roberto debieron sufrir con la pobreza, el alcoholismo, la ausencia de un padre y la obligación de ganarse la vida de alguna manera para subsistir en la sureña localidad de Lautaro.

Fue así como descubrieron sus talentos, en el intento de subsistir, vendían su arte. Pero fue necesario que se apoyaran entre ellos para que cada uno pudiera explotar todo el potencial que poseía. Así Nicanor alentó a Violeta a que se atreviera a componer, Violeta, a su vez, debía esconder las botellas para que Roberto y Eduardo tomaran en serio el trabajo.
Más tarde los hermanos se reunieron en Santiago y acá las aventuras fueron varias. En la capital se sumó al clan Nicanor, quien era una mente brillante en la Universidad de Chile, mientras que Violeta se dedicaba a sus primeras composiciones y Eduardo con Roberto a la vide de la farra, los suburbios y los prostíbulos, esos mundos que conformaban el ambiente de obras maestras como “El chute Alberto” o “La Negra Ester”.
Cada uno hizo lo suyo a su manera y medida, finalmente el éxito llegó y la fama de los Parra se propagó.

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